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Rostros para la eternidad: los retratos de Al-Fayun

Rostros para la eternidad: los retratos de Al-Fayun

Qué extraño nos resulta imaginar ahora el verdadero aspecto de las personas del pasado lejano, más allá de lo que se intenta recrear a través del cine, o de lo que el arte figurativo nos presenta como real, a menudo tan idealizado que nos haría pensar que todas ellas fueron titanes, héroes o bellezas sin parangón; o, por el contrario, debemos conformarnos con apenas esbozos, apuntes simplificados de individuos con los que difícilmente podemos sentirnos identificados.

En la actualidad, el avance de las técnicas forenses de reconstrucción facial a partir de los huesos del cráneo parece que nos permiten disponer de retratos de las personas desaparecidas, sino fidedignos, al menos científicos. Sin embargo, a pesar de todos los esfuerzos que pongamos en ello, no acaba de abandonarnos la sensación de que los sujetos de la antigüedad no estuvieron ahí, no fueron nunca los ocupantes de esos cuerpos reconstruidos, ni fueron de verdad los modelos de las láminas que nos presentan las ciencias o las artes, con frecuencia proyectando un remedo de nosotros mismos disfrazados de historia.

El gusto por el retrato realista en época romana, en especial en la escultura, puede decirse que nos facilita quizá por vez primera la tarea de encontrar a los personas dentro de las imágenes del arte, en especial cuando se representan ciudadanos más o menos comunes, con orejas grandes, arrugas, narices torcidas, calvicie o sobrepeso. O sea, individuos y no entelequias.

Los retratos de momias

Es poco probable que el egiptólogo británico William Flinders Petrie se detuviera en semejantes cavilaciones ante sus hallazgos de “retratos de momias” en las excavaciones de las necrópolis egipcias de Hawara o Antinoópolis, de la región de El Fayun, a principios del siglo XX.

Los trabajos de este arqueólogo proporcionaron un nutrido conjunto de retratos sorprendentemente realistas pintados sobre tabla, que se disponían sobre el rostro del difunto, cuyo cuerpo se encontraba convenientemente momificado, al más puro estilo tradicional egipcio. Aunque se conocían desde bastante antes, puesto que algunas tablas muy bien conservadas habían llegado hasta Europa ya en el siglo XVII, y no todos los hallazgos proceden de los mismos lugares (se han encontrado también en Tebas, en Saqqara o Asuán), el casi millar de piezas que se conservan hoy dispersas en numerosos museos son identificadas en general con el nombre de la gobernación al sur del delta del Nilo, donde se encontró la mayoría de estas magníficas piezas. Al-Fayyun (o El Fayun) representa la definición de un conjunto estilístico más que geográfico.

Pintados al temple o a la encaústica (pigmento mezclado con cera) sobre tablas estucadas de distintas maderas, a veces directamente sobre las telas de las momias, los personajes dibujados aparecen presentados en efigie con todo detalle, mirándonos de frente con grandes y expresivos ojos, peinados según las distintas modas, adornados con joyas o amuletos que indican su estatus u oficios, y representada también la parte superior de sus vestimentas. Se aprecia que debieron ser personas de cierto rango, su dignidad y condición social, pero además nos parecen también seres de verdad, hermanos, madres e hijos de alguien, en los que queremos adivinar, a través de sus gestos, un carácter tímido, severo, alegre, inocente…

Las pinturas son retratos de época romana de los difuntos momificados, sus imágenes vivas y supuestamente fieles de cómo eran en el momento de su muerte, quizá de cómo habían sido en los mejores momentos de su vida. O de cómo querían ser recordados, o recibidos en el más allá. Vemos reproducidas personas de muy distintas edades, niños, adolescentes, damas jóvenes y maduras, efebos y caballeros curtidos, pero no verdaderos ancianos. En ello se ha querido ver una representación idealizada de los más lustrosos años del fallecido (que pudo encargar el retrato en su juventud a la espera de su destino final) o quizá sea un reflejo de la llegada precoz de la muerte para la mayoría en la sociedad de la época.

¿Quiénes son estas personas?

Estos retratos son una innovación propia de la etapa de ocupación romana en Egipto y están fechados entre los siglos I y III. Son una manifestación artística muy original, producto de la hibridación cultural que tuvo lugar en el país del Nilo con la conquista romana y el anterior asentamiento de población helenística.

¿Son egipcios los personajes retratados? Así diríamos, puesto que se entierran como ellos y se someten a los ritos de la momificación tradicionales. Pero, por su aspecto, vestido y adornos ¿acaso no parecen romanos? ¿y no es claramente romana la costumbre y estilo naturalista del retrato? Debe tratarse de personajes de las élites locales grecolatinas, adaptados en parte a la ritualidad egipcia, y en ocasiones de egipcios que imitan las costumbres de los dignatarios.

Algunos de sus nombres pintados nos dicen ciertas cosas. Se llamaron Isidora (que era matrona), Artemidoro, Demos, Hermione (profesora de gramática) o Irene (hija de Silvano y Sentupis, es decir, de romano y egipcia); sin duda, una población helenizada y que mostraba, con toda naturalidad, la riqueza de su condición mestiza.

Son rostros desde el pasado y hacia el futuro con una verdad difícil de encontrar hasta la aparición de la fotografía, quizá el antecedente más antiguo de la foto del pasaporte; y, eso sí, también con un poquito de retoque. Al fin y al cabo, había que permanecer lo más guapo posible en el otro mundo.

IMAGEN: Combo con reproducciones de retratos de momias procedentes de las excavaciones de W.F. Petrie entre 1888 y 1911 que representan una dama con joyas sobre madera de tilo (s.I) y un joven procedente de Hawara (150-170 d.C.), ambos se encuentran en el British Museum. Fotografías realizadas por Javier Muñoz y Paz Pastor (Museo Nacional de Escultura de Valladolid).

Un artículo de Zoa Escudero
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